Allí donde nos necesitas, estamos. Abrimos camino a la Esperanza

Rebeca Heredia, de Cáritas La Rioja

La pobreza en nuestro país es un fenómeno estructural que persiste más allá de la coyuntura económica general. La brecha entre ricos y pobres ha aumentado, los ricos son más ricos y los pobres tienen mucha mayor dificultad para salir de una pobreza que se ha instalado en sus vidas y que no les permite alcanzar oportunidades para salir de ella.

Vivimos en un clima de desesperanza social en el que la supervivencia de cada persona y su pequeño  entorno es casi lo más importante. La vivienda y la dificultad de acceder a ella se han convertido en un común denominador social inquietante que planea sobre el estado de bienestar y ensombrece el presente y el futuro.

Los últimos informes de Cáritas y la Fundación Foessa han dibujado un panorama de sombras y dificultades que se ha agravado por el crecimiento de éxodos masivos de personas huyendo de guerras, sequías y violencia, quienes arriban a nuestras fronteras en busca de paz, libertad y esperanza.

Los principales problemas que se detectan son:

  • Situaciones de exclusión mucho más severas, con personas que sufren un mayor deterioro, especialmente psicoemocional.
  • Una problemática de la vivienda que se va agudizando, aumentando las situaciones de sinhogarismo en hombres, mujeres y familias.
  • Una precariedad laboral que obstaculiza a muchas personas a vivir con estabilidad e iniciar proyectos vitales nuevos, lo que hace que personas con empleo se encuentren en situación de pobreza.
  • Aumento del nivel de estrés financiero entre la población que vive en alquiler ante la escasa oferta de alquiler social y los bajos ingresos económicos.
  • Más personas en situación de irregularidad administrativa fruto de las olas migratorias.
  • Una población infantil y juvenil en situación de desventaja social tan profunda que con toda probabilidad la arrastrarán toda la vida.

 

Un año más, en Cáritas celebramos el Día de la Caridad, el día del Corpus Christi, y nos proponemos animar y promover el compromiso de la comunidad cristiana y de la sociedad en general con la defensa de la dignidad de las personas más pobres y vulnerables y sus derechos. Por ello, presentamos tres propuestas:

1. Salir al encuentro de los demás, especialmente, de las personas más pobres:

Cada encuentro, cada relación de ayuda significativa, cada diálogo sanador, es sacramento de esperanza, especialmente para la persona más vulnerable. Se trata, pues, de salir al encuentro para ACOMPAÑAR la vida, su proceso de sanación y recuperación, su proceso de desarrollo en busca de una vida mejor, estableciendo un vínculo con la persona y confiando en sus potencialidades.

2. Comprometerse con el bien común:

No solo se atiende a cada persona desde su realidad y necesidad, sino que también se buscan soluciones a los problemas estructurales que generan exclusión social. La comunidad cristiana y el resto de la sociedad tienen que saber que después de cada acogida, hay toda una red de personas y recursos organizados para acompañar y proponer caminos de esperanza concretos, itinerarios de sanación, formación, búsqueda de empleo… 

3. Cultivar la solidaridad en comunidad:

Se necesita una comunidad de pertenencia y solidaridad a la cual podamos destinar tiempo, esfuerzos y bienes (cf. FT n.36). Estamos invitadas a convocar y encontrarnos en un “nosotros” que sea más fuerte que la suma de acciones individuales (cf. FT n. 78), pues “mientras más crece el sentido de comunidad y de comunión como estilo de vida, mayormente se desarrolla la solidaridad”.

Estamos llamados a ser comunidad de vida, de bienes y acción, como diría el Papa Francisco, en la que “el amor recíproco nos hace llevar las cargas los unos de los otros para que nadie quede abandonado o excluido”.